Navidad en el número doce

Al llegar a la estación, Albus fue a buscar a James para que buscaran a sus padres. Los encontraron al instante, charlando con los Weasley.

-¡Hola, Al! No sabes lo que te he extrañado… -dijo Ginny.

-Yo también mamá -contestó el muchacho

-Hola, Ron. ¿Tú también te quedas en casa? -preguntó James.

-No he podido avisarles -dijo Harry-. Pero tendremos una gran reunión en casa. Vendrán todos los Weasley, también Bill y Fleur con los padres de Ron.

-Genial -dijo Albus-. Rose y Hugo están allá buscándolos.

-Yo iré por ellos -dijo Hermione-.

-¿Entraremos todos en casa? -preguntó James-. Los Weasley son más o menos diez…

-Bueno, sabes que no puedo evitar expandir las cosas -dijo Harry, y su hijo le sonrió.

Hermione regresó con Rose y Hugo, guardaron las cosas en el baúl del Ford Anglia de Arthur Weasley, y todos entraron perfectamente… como por arte de magia.

Llegaron al número doce de Grimmauld Place en menos de media hora. La antigua casa de Sirius Black, ahora tenía más habitaciones. Todos entraron y Albus fue directo a la habitación que compartía con James. Dejó sus cosas y se tiró en la cama, cuando escuchó un ruido proveniente de la entrada, alguien había llegado.

Albus vio a Molly y Arthur Weasley, los abuelos de Hugo y Rose, llegando con mucha gente. Mamá Ginny anunció que la cena estaba lista. Todos se pudieron sentar después de unos minutos.

-Bueno, será mejor que presente a todos -dijo Harry-. Albus, James, Lily, ellos son Bill y Fleur, los señores Arthur y Molly Weasley, Fred es el hijo de George y Angelina -dijo señalando al gemelo que había sobrevivido a la batalla de Hogwarts y su esposa. Habían hecho honor al gemelo fallecido-. Roxanne, la hermana de Fred, Lucy es la hija menor de Percy. Louis es el hijo de Bill y Fleur, su hermana, Molly, está en cuarto año, y Victoire está en séptimo. ¡Pero no nos olvidemos del pequeño Hugo! -terminó Harry.

La familia Weasley era la más grande que había visto Albus en toda su vida. Salían por todas partes.

La pobre Lily Potter otra que no había comenzado Hogwarts. Tenía nueve años y era muy estudiosa. No paraba de leer acerca de Hogwarts, sus asignaturas, sus casas y secretos.

Al terminar la cena, Albus notó que alguien faltaba. Subió por la escalera y examinó las habitaciones. Todas las puertas estaban abiertas excepto una; Albus se decidió a mirar. Pero hubiera preferido no hacerlo.

Vio a Ted y Victoire besándose. James ya le había contado que él también los vio en la estación cuando comenzaban Hogwarts, pero no le había creído. Ted lo vio y se alarmó.

-Tranquilo, no digo nada. Pero traten de alejarse más de la gente si van a estar así…

-Gracias Albus. Y tú trata de no examinar la casa entera por si hay algún Dementor. -dijo Teddy sonriente.

Albus rió y salió. Al llegar a su habitación, se topó con Lucy.

-Hola, Albus. Estaba… ehh… viendo esa foto que estás con Lily -dijo la niña poniéndose roja.

-No hay problema, Lucy -dijo.

Albus y Lucy bajaron cuando llamaron para hacer los regalos. Dos paquetes largos eran los que más se notaban.

Bueno, Albus -dijo su padre-. No he tenido tiempo para felicitarte por estar en el equipo de Slytherin. Así que con éste regalo, te lo digo.

Albus abrió el paquete largo y soltó un grito de euforia. Harry le había regalado, la Saeta de Fuego, que había pertenecido a su padre. No había regalo mejor que ese, le devolvería la escoba a Byron y estaría más cómodo.

-Gracias, papá -dijo y lo abrazó-. Es lo que mejor me viene.

-Lo sé, Al. Quédate tranquilo, James -dijo al ver la cara de envidia de su hijo-. También hay uno para ti.

Le dio otro paquete largo que James abrió con entusiasmo, pero su cara de alegría apareció cuando vio el contenido. La Corredora Mundial era de él. No era mucho mejor que la de Albus, estaban muy a mano.

Harry se agachó y le dijo a su hijo más pequeño:

-¿Te ha servido el regalito que te di antes? -preguntó sonriéndole.

-Más de lo que crees -le dijo al oído.

A Albus le dieron muchos regalos: un buzo tejido a mano por la señora Weasley con una gran «A» en el centro, una caja de Sortilegios Weasley, una de las tiendas más visitadas del Callejón Diagon, de George. Hugo le regaló un libro muy interesante titulado Quidditch a través de los tiempos, y Teddy le regaló una Snitch original.

-Papá, me compras una nueva varita? -preguntó Lucy.

-Para qué quieres una nueva, si ya tienes una…

-¡Pero está rota! Funciona mal, algunos hechizos me disparan a mi…

Albus subió corriendo a su habitación: Él, antes de apoderarse de la de Saúco, se había comprado una. Bonita, de Roble y pluma de fénix, parecida a la de su padre. Ollivander le había dicho que funcionaría no sólo para él, sino también para otras personas con ciertas cualidades. Buscó a la hija de Percy…

-Hola, que linda escoba te han dado… -dijo la niña que se mostraba triste.

-Tengo un regalo para ti -dijo Albus. Lucy lo miró con cara de no creerle.

-¿De verdad? -preguntó la pelirroja niña.

Albus le entregó la varita de roble. La niña lo miró con la sonrisa más grande que sea capaz de hacer. Sus blancos dientes iluminaban la cara de Albus.

-¡Gracias, Albus! Necesitaba una varita, no podía seguir con ésa rota, y papá no podía comprarme una y…

-Bueno, ahora tienes una -le dijo guiñándole un ojo.

-¿Me enseñas un par de hechizos, Albus? -preguntó Lucy.

-¿Eh? ¿Yo? -preguntó el chico, extrañado.

-Si eres el mejor de la clase de Encantamientos…

-No, yo no… pero si tú no tienes mis horarios, aunque estés en el mismo curso que yo, nunca te vi en ninguna de mis clases… y además no podemos hacer magia aquí…

-Vamos, oralmente, sólo unos pocos -le insistió Lucy.

Albus asintió y fueron a practicar a su habitación. James subió unas cuantas veces para ver por qué estos dos no aparecían en ningun momento en la cocina. Al cabo de media hora, Lucy ya se había memorizado bien todos los hechizos que Albus sabía, la varita rota no le permitía hacer ninguno. Aprendió los hechizos de desarme, protección, petrificación, levitación, y muchos más.

-Eres un gran maestro Albus -dijo Lucy, y Albus se ruborizó.

-Bueno, siempre hay un poco de suerte -dijo sonriendo.

Lucy se estaba convirtiendo en una buena amiga. Charlaban de Hogwarts, de la ignorancia de los de Hupplepuff, de Quidditch, ella lo seguía a todas partes.

Llegó la hora de ir a la cama. Harry y Ginny agruparon a todos en habitaciones. Al final, Albus la compartiría con Hugo, mientras James estaba con Ted. Lucy estaba en la habitación más pequeña con Lily y Roxanne.

-¿Que pasa con la hija de Percy? -dijo Hugo-. Los magos no le andan regalando varitas a cualquiera, a menos que le guste…

-¡Basta, Hugo! -bramó Albus.

-Sólo era una broma, amigo, aparte ella es tu prima. El único romance de aquí es el de Teddy y Victoire…

-¿Así que tú también los viste?

-Bah, me contó Ted.

La charla terminó y Hugo comenzó a roncar a los dos segundos. Albus se sumergió en un sueño extraño…

-Debe ser mía -decía el encapuchado.

-Mi señor, el posee una capa de invisibilidad, hay que tomarlo mientras esté dormido -decía una voz temblando.

-Tú y Zacharias deben conseguirla. No me importa el chico, sólo quiero la Varita de Saúco…

-A sus órdenes, mi Lord…

-Les advierto que esta conversación ya no es privada -advirtió el señor de negro.

Una puerta se abrió y se vio un hombre de aspecto terriblemente asustado.

-Oh, démosle la bienvenida… -dijo malévolamente.

-¡Avada Kedavra! -gritó el malvado, y la poderosa luz verde iluminó el lugar del acontecimiento…

-¡Albus! ¡Albus, despierta!

Abrió los ojos; era Harry. Su sueño lo había hecho sentir mareado. -Estabas gritando en sueños -dijo el padre-. Todos están preocupados. Son las nueve. ¿Estás bien?

-Papá… vi un sueño real… son Mortífagos… obedecen las órdenes de un líder, están buscando algo…

-¿Qué? -Preguntó el padre-. ¿Qué es lo que buscan?

-No lo sé -mintió Albus -No lo recuerdo…

Baja a desayunar. Hugo te está esperando.

Harry bajó a la cocina y Albus se vistió. Ese día estaba especialmente frío, todo Grimmauld Place estaba nevado. La gente que caminaba se hundía hasta los talones y andaban con bufandas y grandes abrigos. Albus se puso el chaleco de la gran «A», y encima una túnica abrigada. Guardó la varita en el bolsillo y bajó al desayuno.

-Hola, Albus -dijo Ted.

-Hola a todos -contestó.

Se oyó un crac y Kreacher apareció con una bandeja. Albus se sirvió un pastelito y jugo de calabaza. Con una reverencia exagerada, Kreacher, con el relicario de Regulus aún colgado, se retiró.

Hacía más frío y el día se puso oscuro. Negras nubes taparon lo que hasta hace unos minutos era un sol radiante, que no daba nada de calor. El frío era inmenso.

Albus, Hugo, James, Ted, Lucy, Roxanne y Rose salieron a la calle e hicieron una guerra de bolas de nieve, chicos contra chicas. El día se puso más que negro.

Decenas de criaturas encapuchadas bajaron de la nada, y se fueron acercando a Albus. James gritó.

-¡Papá! -gritó James-. ¡Papá, Mortífagos… y Dementores!

Harry salió blandiendo su varita. Apuntando a las casas muggles, conjuró unos cuantos hechizos no verbales. George, Ron, Hermione, los señores Weasley, Bill, Fleur y Percy también salieron.

Los Dementores se acercaban. Albus fue el primero en actuar.

-¡Expecto Patronum! -bramó el chico.

El león plateado salió de la punta de su varita y se enfrentó a los Dementores. Ellos quedaron atrás y los Mortífagos apuntaron con sus varitas a Albus.

-Sólo queremos al chico -dijo una voz tenebrosa-. Ustedes no tienen por qué morir.

-¡Nunca! -gritaron Harry y Ginny.

-Sufrirán las consecuencias -dijo el hombre.

-¡Avada Kedavra!

-¡Expelliarmus! -gritó Harry.

Los rayos rojo y verde se enfrentaron causando una gran colisión muy sonora. Albus no quería sabes que pasaba, pero la varita de su madre apuntó al Mortífago.

-¡Petrificus Totalus! -gritó Ginny.

El Mortífago hizo rebotar el hechizo de la mujer pelirroja, pero ésta fue lo suficientemente rápida para esquivarlo.

Para sorpresa de todos la pequeña Lucy salió del número doce, y apuntó con su varita a los Mortífagos.

-¡Desmaio! -gritó la niña-.

El hechizo aturdió al Mortífago que quedó tendido en el piso unos metros más allá. Otro de ellos, apuntó a Lucy, pero Percy gritó.

-¡Reducto!

El potentísimo hechizo de Percy hizo que todos los Mortífagos salieran despedidos unos siete metros. Los Dementores huyeron, un Mortífago tomó a Albus por el brazo, y con un ruidito todos los Mortífagos desaparecieron, llevándose a Albus. Justo antes de desaparecer escuchó a su padre gritar… y el grito se fue extinguiendo, hasta que Albus aterrizó con los Mortífagos delante de una mansión.

-¡Suéltame! -gritó Albus-. ¿Qué quieren de mí?

-Oh, sólo hacerte unas preguntas, hijo mío-.

-Lucius, llévanos adentro -dijo el líder-.

Era una mansión enorme, en las paredes había retratos y fotos, periódicos, que decían «El Que No Debe Ser Nombrado Regresa» o «El Innombrable y sus seguidores invaden Hogwarts».

Al igual que en la sala, lo ataron en una silla, le quitaron la varita y lo interrogaron…

-Veamos, Potter, ¿por dónde empezar? -pensó el líder.

-¿Quiénes son ustedes? -gritó Albus-.

-Seguidores del Señor Tenebroso, el mago más grande de…

-Ese fracasado está muerto -dijo Albus-. Mi padre lo mató para siempre, ya no hay más Horrocruxes, y no hay forma de resucitarlo…

-A eso es lo que íbamos -dijo el Mortífago-. Tu padre era el poseedor de las Reliquias de la Muerte…

-¿Las qué? -preguntó Albus, que nunca había escuchado ese nombre-.

-¿Tu padre nunca te habló de la Varita de Saúco, la Piedra de la Resurrección y la Capa de Invisibilidad?

-Sí, pero de Reliquias no dijo nada -se excusó Albus.

-Nuestro objetivo, Potter, es encontrar la piedra. ¿Dónde la tiene tu padre? -preguntó apuntándolo con su propia varita-.

-No lo sé, el me dijo que la perdió…

-¡Mientes! ¡Crucio! -gritó el Mortífago-.

Albus volvió a sentir ese dolor tremendo, pero se fue más rápido de lo que pensaba.

-¿Sabes cuál es nuestro plan? Vamos a traer de vuelta al Señor Tenebroso a nuestro mundo. ¿Qué opinas, Potter?

-Que son unos idiotas, porque la Piedra sólo trae una imagen de una persona, no la puede devolver con vida…

-No nos interesan sus saberes. Queremos saber…dónde -apuntó a Albus con la varita- está… sólo así podrás vivir.

-¡Yo no lo sé! -gritó Albus.

Se sintió un estruendo en el techo. El Mortífago miró pero luego apuntó a Albus. Pero volvió a sonar el techo, y el Mortífago se alejó. Aprovechando ese momento de distracción, Albus dijo:

-¡Accio Varita de Saúco!

Tomando la varita, se deshizo de las cuerdas, inmovilizó a los Mortífagos y cuando corrió hasta la puerta, ella se abrió, y ahí estaban Harry, Hermione, Ginny y otras personas.

-¡Albus! -Ginny corrió a abrazarlo.

-¡Papá, Mamá! ¿Cómo llegaron?

-Tienes prohibido hacer magia fuera de la escuela… -empezó Harry-.

-Salvo en situaciones de vida o muerte… -siguió Albus.

-Y por eso te encontramos, Albus. Por el Detector -dijo Hermione. Vinimos con otros aurores, por si acaso, pero veo que te encargaste tú solo -dijo señalando a los Mortífagos.

-¡Volvamos rápido a casa, antes de que nos atrapen! -dijo Harry, tomando a Albus por el brazo, desapareció junto a su madre y Hermione.

Luego de un momento de asfixia, Albus pudo respirar al llegar a Grimmauld Place, donde lo esperaba Hugo.

-¡Albus! -gritó el chico-. ¿Estás bien? ¿Qué ha pasado?

-Estoy bien, no me hicieron nada -mintió Albus.

Entraron a la casa y Harry se llevó a Albus a una habitación para hablar a solas. Estaba oscureciendo el día, y faltaban cinco días para volver a Hogwarts.

-Papá… sé lo que están buscando… -empezó Albus-. Harry asintió para que siguiera. Buscan la piedra de la resurrección para… regresar a Voldemort.

Harry quedó perplejo, y mirándolo a los ojos, le dijo:

-Eso es imposible. Ya te he dicho que…

-La Piedra de la Resurrección sólo trae una imagen de ellos, pero no pertenecen a este mundo -completó Albus-. Pero ellos no me prestaron atención, me hicieron el maleficio Cruciatus y me preguntaron dónde la tenías. Harry puso cara de horror.

-¿Y qué les dijiste? -preguntó el padre.

-Que la habías perdido, pero no les dije donde -contestó el muchacho.

-Muy bien. Así que Lucius Malfoy sigue siendo Mortífago…

Harry dejó a Albus y éste fue a charlar con Hugo y James. Afuera estaba oscureciendo y el frío seguía amenazando con dar una gran tormenta, todos estaban con sus abrigos, hablando muy tranquilos, hasta que Ron entró en la habitación.

-Hemos tomado una decisión -dijo Ron-. Hagan el equipaje y los llevaremos a Hogwarts. Allí estarán seguros.

-¡No! -dijo James.

-Bueno, si quieren quedarse para machacar a un par de Mortífagos sin nuestra ayuda, no hay problema. -dijo Ron.

Sin protestar, Albus guardó todas sus pertenencias en su baúl. Los libros, la capa, las túnicas, el uniforme de Quidditch, la varita y todo lo que necesitaba.

Bajó a la cocina, donde Harry lo esperaba.

-Albus, tú y yo iremos en escoba. Los demás ya están en Kings Cross.

-Fascinante -dijo Albus. Tomó la Saeta de Fuego y se la puso en el hombro. -¿En qué escoba irás tú?

-En la nueva de James. Se la devolveré cuando estemos allá.

Salieron del número doce de Grimmauld Place, y con una patada al suelo, Albus y Harry se elevaron por los aires. El frío y el viento daba bofetadas en la cara a Albus, siguiendo a su padre, se encaminaron a través de unas montañas nevadas.

-Mortífagos -dijo Harry-.

Albus miró, y allí estaban, encapuchados, con máscaras, volando en sus escobas, y con la varita en mano. ¿Cómo pudieron saber que estaban por allí?. Albus sacó su varita, y apuntó a los Mortífagos.

-¡Reducto! -gritó-.

El hechizo hizo que dos Mortífagos cayeran de sus escobas, perdiéndose en el vacío, pero los demás pudieron sujetarse bien. Con un movimiento de la varita, Harry provocó que la capa de uno se queme, que el mismo apagó sin dificultad. El más grande de los Mortífagos, apuntó a Harry.

¡Sectumsempra! -bramó-.

Pero Harry fue increíblemente rápido para accionar el hechizo escudo, que provocó que la maldición del Mortífago le diera a él. Cayó de la escoba, cubierto de sangre, y todos los Mortífagos descendieron para rescatarlo.

Aprovechando ese momento Harry y Albus aceleraron y llegaron al principio de un lago negro, donde más adelante podían verse los terrenos de Hogwarts. Albus alcanzó a ver que su padre enviaba un Patronus.

-¿Enviaste un mensaje? -preguntó Albus-.

-Sí, le he dicho a McGonagall que te estoy llevando -afirmó Harry-.

Luego de unos cuantos minutos, aterrizaron y fueron recibidos por McGonagall. Albus subió a su habitación en la Sala Común para dejar sus cosas, y cuando bajó, se encontró con Shearly.

-Ho-Hola… -dijo Albus-.

-Hola, Albus -le contestó- te he visto llegar por los terrenos.

-Ehh, si, recién llego -le respondió-. Bueno, si no te importa, voy a bajar al campo de Quidditch para dar un par de vueltas con mi escoba nueva.

-¿Escoba nueva? -preguntó Shearly-. ¿Puedo bajar contigo? Yo tengo escoba y sé jugar…

Albus quedó pasmado, no sabía que contestar.

-Ehh… ¿No era que a los de primero no los dejaban tener? -preguntó este.

Shearly lo miró como si hubiera esperado que le dijera eso.

-Si, pero me han dado un permiso especial. ¿Vamos o no? -dijo frunciendo el entrecejo-.

-¡Sí, vamos!

Albus y Shearly bajaron con sus escobas al hombro al campo. Shearly parecía saber bastante de Quidditch: comentaba buenas jugadas del primer partido de Albus, y la verdad es que jugaba bastante bien. Se posicionaba como cazadora, y terminó haciendo unos cuantos goles increíbles; Albus era bastante malo como Guardián. Se rieron bastante acerca de los desesperados movimientos del guardián de Ravenclaw cada vez que alguien lanzaba a los postes, parecía que bailaba ballet.

Se hizo la tarde-noche y escuchó que alguien lo llamaba. Hugo, desde abajo, lo saludaba alegremente. A su lado estaban Rose y James.

-Lo siento, Shearly, tengo que irme -le dijo-.

-No hay problema, Albus. Ya nos veremos.

Bajó y encontró a James.

-¿Qué hacías solo con ella? -preguntó James-.

-Estábamos cosechando mandrágoras -le dijo riendo- ¿Qué más podríamos estar haciendo? -le dijo fríamente.

-Bueno, quizá… -empezó James, pero la mirada de Albus lo detuvo-.

-Vamos a comer.

La cena de ese día fue deliciosa; los Potter y los Weasley se fueron a la cama muy satisfechos y rellenitos. Albus se quedó leyendo Quidditch a través de los tiempos hasta muy tarde. Se quedó dormido en un segundo.

Published in: on 19 agosto 2009 at 0:26  Deja un comentario  

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