La Piedra robada

Ese día amaneció especialmente soleado, un clima perfecto para jugar el segundo partido de Quidditch. Los alumnos ya habían vuelto de sus respectivos hogares, y Albus se levantó con una euforia terrible. Su primer partido con la Saeta de Fuego, si, iban a ganar, y se iban a posicionar en primer puesto para la copa de Quidditch y de las Casas. Pero si perdían, debían esperar a que Gryffindor le gane a Hufflepuff para tener posibilidades de ganar la copa.

Bajó al Gran Salón, donde se encontró con Scorpius y Vercetti, otro jugador del equipo.

-¡Acá viene el campeón! -gritó Scor-. Vamos a ganar, Albus -le dijo muy seguro- esos de Hufflepuff son unos inútiles, salvo el buscador, Hervor, ese si es bueno.

-Espero que la atrapes, Albus -le dijo Shearly-. Confío en ti.

Esas sí eran unas buenas palabras de ánimo; a las once menos cuarto, Albus se reunió con Byron, su capitán, y el resto de los compañeros.

-Bueno -empezó- creo que todos aquí saben que este es un partido muy importante.

-Como todos los demás -dijo Vance, cazadora.

-Bueno, confío en que Albus atrapará la Snitch más rápido de lo que canta un gallo, con la nueve escoba.

-No te confíes -dijo el bateador Penin-.

-Sí, es cierto, pero si perdemos… deberíamos esperar a que Gryffindor le gane a Hufflepuff, y después ganar con una ventaja mayor de 200 puntos, si no me equivoco.

Salieron al campo, y Albus montó en su Saeta de Fuego, y, al sonar el silbato, se impulsó con una fuerte patada al suelo.

Recorrió el estadio en busca de la escurridiza Snitch, esquivando feroces Bludgers y acalorándose.

Estaban ganando por 20-0. Buen resultado para los primeros cinco minutos. Siguió buscando. Escuchó gritos de celebración pero no les dio interés: su objetivo era la Snitch. Cuando miró el marcador, estaban perdiendo 40-20, ¿tan rápido?. Que raro.

Entonces la vio: la Snitch. En cuanto comenzó a volar hacia ella el buscador de Hufflepuff lo siguió; le dio un golpazo en el que casi se cae de la escoba… la Snitch se le escurrió de las manos y la agarró Bowles, el buscador de Hufflepuff.

Albus no lo podía creer: había fracasado. En su segundo partido. No, no podía tener esa mala suerte; lo iban a destituir del equipo, estaba seguro… las miradas de todas las gradas estaban en él, y los vítores de Hufflepuff no terminaban…

-Albus -lo llamaron- baja, ha… terminado.

Cuando llegó a la Sala Común Albus se sintió más abatido que nunca.

-No ha sido tu culpa -le decía Scor una y otra vez-. Casi te tira de la escoba y se te adelantó. Para mi gusto era falta.

Eran casi las once de la noche. A Albus le pareció oír algo, así que miró por la ventana, y se asustó: en efecto, unos veinte Mortífagos iban en camino al bosque prohibido. Se levantó de golpe, y salió corriendo de la habitación, directo al despacho de Scamander. Él era el único al que le podía decir. Pero no sabía la contraseña de la gárgola. ¿Qué iba a hacer? Oh, si buscar a un profesor, pero… ¿Quién estaría bien instruido en la Defensa contra las Artes Oscuras desde joven, y que le cayera bien…?

Repentina idea. Corrió a su despacho, que estaba cerca de los invernaderos, y tocó la puerta. Abrió.

-Albus, que sorpresa -dijo el profesor Longbottom bostezando-. ¿A qué se debe esta tardía…?

-¡Neville! ¡Mortífagos! ¡Están yendo al bosque prohibido, buscan la… ehh… bueno, te lo explicaré más tarde!

Neville corrió a alertar al director y a todos los profesores, inclusive a Harry. En un poquísimo tiempo todos estaban vestidos, varita en mano, hacia el bosque prohibido. A Albus no le dejaron ir.

Harry caminaba lentamente junto a Neville y Parkinson. Llegaron a un lugar donde estaban todos ellos; Harry los recordaba perfectamente. Las túnicas negras, las máscaras…

-Han venido a custodiarla -dijo un Mortífago en pársel.

-¿Qué? -preguntó Harry-.

-No intentes engañarnos -dijo- buscamos la Piedra de la Resurrección, para reencarnar al mago tenebroso más grande de toda la historia…

-No les entiendo -respondió Harry-. Yo no hablo pársel

-¡MIENTES! ¡DINOS DONDE ESTÁ LA PIEDRA! -gritó el Mortífago.

-¿Tienes miedo de su regreso? -preguntó-. Peor será, si no nos dices su ubicación. -¡Crucio!

Harry esquivó el hechizo olímpicamente, que pasó rosando la oreja de Parkinson. Los Mortífagos rieron, y uno de ellos que hasta ese momento no había hablado, soltó:

-Se ve que quieren hacerlo de la peor manera. ¡Bin, suéltalos!

Súbitamente se oyeron enormes pasos que se acercaban a zancadas, y antes de que Harry pudiera voltearse, algo gigante lo agarró…

Al menos cuatro gigantes de unos seis o siete metros de altura llegaron por sorpresa; todos estaban forcejeando con ellos inútilmente.

Harry, jadeando, logró sacar su noble varita de acebo y pluma de fénix, y con la fuerza que le quedaba, exclamó:

-¡Desmaius!

El gigante quedó más que aturdido, que cayó inconsciente al suelo, haciendo retumbar todo.

Estaban muy internados en el bosque, y los Mortífagos se adentraron más al esquivar la caída del gigante.

Harry vio que un Mortífago murmuraba un hechizo (Accio!) y a continuación una pequeña piedra iba a parar a sus manos. Con cara de satisfacción, gritó:

-¡La tengo! ¡Nos vamos!

Y todos los Mortífagos desaparecieron.

-La tienen -dijo Harry-. Tienen la Piedra de la Resurrección.

Published in: on 19 agosto 2009 at 0:32  Deja un comentario  

Navidad en el número doce

Al llegar a la estación, Albus fue a buscar a James para que buscaran a sus padres. Los encontraron al instante, charlando con los Weasley.

-¡Hola, Al! No sabes lo que te he extrañado… -dijo Ginny.

-Yo también mamá -contestó el muchacho

-Hola, Ron. ¿Tú también te quedas en casa? -preguntó James.

-No he podido avisarles -dijo Harry-. Pero tendremos una gran reunión en casa. Vendrán todos los Weasley, también Bill y Fleur con los padres de Ron.

-Genial -dijo Albus-. Rose y Hugo están allá buscándolos.

-Yo iré por ellos -dijo Hermione-.

-¿Entraremos todos en casa? -preguntó James-. Los Weasley son más o menos diez…

-Bueno, sabes que no puedo evitar expandir las cosas -dijo Harry, y su hijo le sonrió.

Hermione regresó con Rose y Hugo, guardaron las cosas en el baúl del Ford Anglia de Arthur Weasley, y todos entraron perfectamente… como por arte de magia.

Llegaron al número doce de Grimmauld Place en menos de media hora. La antigua casa de Sirius Black, ahora tenía más habitaciones. Todos entraron y Albus fue directo a la habitación que compartía con James. Dejó sus cosas y se tiró en la cama, cuando escuchó un ruido proveniente de la entrada, alguien había llegado.

Albus vio a Molly y Arthur Weasley, los abuelos de Hugo y Rose, llegando con mucha gente. Mamá Ginny anunció que la cena estaba lista. Todos se pudieron sentar después de unos minutos.

-Bueno, será mejor que presente a todos -dijo Harry-. Albus, James, Lily, ellos son Bill y Fleur, los señores Arthur y Molly Weasley, Fred es el hijo de George y Angelina -dijo señalando al gemelo que había sobrevivido a la batalla de Hogwarts y su esposa. Habían hecho honor al gemelo fallecido-. Roxanne, la hermana de Fred, Lucy es la hija menor de Percy. Louis es el hijo de Bill y Fleur, su hermana, Molly, está en cuarto año, y Victoire está en séptimo. ¡Pero no nos olvidemos del pequeño Hugo! -terminó Harry.

La familia Weasley era la más grande que había visto Albus en toda su vida. Salían por todas partes.

La pobre Lily Potter otra que no había comenzado Hogwarts. Tenía nueve años y era muy estudiosa. No paraba de leer acerca de Hogwarts, sus asignaturas, sus casas y secretos.

Al terminar la cena, Albus notó que alguien faltaba. Subió por la escalera y examinó las habitaciones. Todas las puertas estaban abiertas excepto una; Albus se decidió a mirar. Pero hubiera preferido no hacerlo.

Vio a Ted y Victoire besándose. James ya le había contado que él también los vio en la estación cuando comenzaban Hogwarts, pero no le había creído. Ted lo vio y se alarmó.

-Tranquilo, no digo nada. Pero traten de alejarse más de la gente si van a estar así…

-Gracias Albus. Y tú trata de no examinar la casa entera por si hay algún Dementor. -dijo Teddy sonriente.

Albus rió y salió. Al llegar a su habitación, se topó con Lucy.

-Hola, Albus. Estaba… ehh… viendo esa foto que estás con Lily -dijo la niña poniéndose roja.

-No hay problema, Lucy -dijo.

Albus y Lucy bajaron cuando llamaron para hacer los regalos. Dos paquetes largos eran los que más se notaban.

Bueno, Albus -dijo su padre-. No he tenido tiempo para felicitarte por estar en el equipo de Slytherin. Así que con éste regalo, te lo digo.

Albus abrió el paquete largo y soltó un grito de euforia. Harry le había regalado, la Saeta de Fuego, que había pertenecido a su padre. No había regalo mejor que ese, le devolvería la escoba a Byron y estaría más cómodo.

-Gracias, papá -dijo y lo abrazó-. Es lo que mejor me viene.

-Lo sé, Al. Quédate tranquilo, James -dijo al ver la cara de envidia de su hijo-. También hay uno para ti.

Le dio otro paquete largo que James abrió con entusiasmo, pero su cara de alegría apareció cuando vio el contenido. La Corredora Mundial era de él. No era mucho mejor que la de Albus, estaban muy a mano.

Harry se agachó y le dijo a su hijo más pequeño:

-¿Te ha servido el regalito que te di antes? -preguntó sonriéndole.

-Más de lo que crees -le dijo al oído.

A Albus le dieron muchos regalos: un buzo tejido a mano por la señora Weasley con una gran «A» en el centro, una caja de Sortilegios Weasley, una de las tiendas más visitadas del Callejón Diagon, de George. Hugo le regaló un libro muy interesante titulado Quidditch a través de los tiempos, y Teddy le regaló una Snitch original.

-Papá, me compras una nueva varita? -preguntó Lucy.

-Para qué quieres una nueva, si ya tienes una…

-¡Pero está rota! Funciona mal, algunos hechizos me disparan a mi…

Albus subió corriendo a su habitación: Él, antes de apoderarse de la de Saúco, se había comprado una. Bonita, de Roble y pluma de fénix, parecida a la de su padre. Ollivander le había dicho que funcionaría no sólo para él, sino también para otras personas con ciertas cualidades. Buscó a la hija de Percy…

-Hola, que linda escoba te han dado… -dijo la niña que se mostraba triste.

-Tengo un regalo para ti -dijo Albus. Lucy lo miró con cara de no creerle.

-¿De verdad? -preguntó la pelirroja niña.

Albus le entregó la varita de roble. La niña lo miró con la sonrisa más grande que sea capaz de hacer. Sus blancos dientes iluminaban la cara de Albus.

-¡Gracias, Albus! Necesitaba una varita, no podía seguir con ésa rota, y papá no podía comprarme una y…

-Bueno, ahora tienes una -le dijo guiñándole un ojo.

-¿Me enseñas un par de hechizos, Albus? -preguntó Lucy.

-¿Eh? ¿Yo? -preguntó el chico, extrañado.

-Si eres el mejor de la clase de Encantamientos…

-No, yo no… pero si tú no tienes mis horarios, aunque estés en el mismo curso que yo, nunca te vi en ninguna de mis clases… y además no podemos hacer magia aquí…

-Vamos, oralmente, sólo unos pocos -le insistió Lucy.

Albus asintió y fueron a practicar a su habitación. James subió unas cuantas veces para ver por qué estos dos no aparecían en ningun momento en la cocina. Al cabo de media hora, Lucy ya se había memorizado bien todos los hechizos que Albus sabía, la varita rota no le permitía hacer ninguno. Aprendió los hechizos de desarme, protección, petrificación, levitación, y muchos más.

-Eres un gran maestro Albus -dijo Lucy, y Albus se ruborizó.

-Bueno, siempre hay un poco de suerte -dijo sonriendo.

Lucy se estaba convirtiendo en una buena amiga. Charlaban de Hogwarts, de la ignorancia de los de Hupplepuff, de Quidditch, ella lo seguía a todas partes.

Llegó la hora de ir a la cama. Harry y Ginny agruparon a todos en habitaciones. Al final, Albus la compartiría con Hugo, mientras James estaba con Ted. Lucy estaba en la habitación más pequeña con Lily y Roxanne.

-¿Que pasa con la hija de Percy? -dijo Hugo-. Los magos no le andan regalando varitas a cualquiera, a menos que le guste…

-¡Basta, Hugo! -bramó Albus.

-Sólo era una broma, amigo, aparte ella es tu prima. El único romance de aquí es el de Teddy y Victoire…

-¿Así que tú también los viste?

-Bah, me contó Ted.

La charla terminó y Hugo comenzó a roncar a los dos segundos. Albus se sumergió en un sueño extraño…

-Debe ser mía -decía el encapuchado.

-Mi señor, el posee una capa de invisibilidad, hay que tomarlo mientras esté dormido -decía una voz temblando.

-Tú y Zacharias deben conseguirla. No me importa el chico, sólo quiero la Varita de Saúco…

-A sus órdenes, mi Lord…

-Les advierto que esta conversación ya no es privada -advirtió el señor de negro.

Una puerta se abrió y se vio un hombre de aspecto terriblemente asustado.

-Oh, démosle la bienvenida… -dijo malévolamente.

-¡Avada Kedavra! -gritó el malvado, y la poderosa luz verde iluminó el lugar del acontecimiento…

-¡Albus! ¡Albus, despierta!

Abrió los ojos; era Harry. Su sueño lo había hecho sentir mareado. -Estabas gritando en sueños -dijo el padre-. Todos están preocupados. Son las nueve. ¿Estás bien?

-Papá… vi un sueño real… son Mortífagos… obedecen las órdenes de un líder, están buscando algo…

-¿Qué? -Preguntó el padre-. ¿Qué es lo que buscan?

-No lo sé -mintió Albus -No lo recuerdo…

Baja a desayunar. Hugo te está esperando.

Harry bajó a la cocina y Albus se vistió. Ese día estaba especialmente frío, todo Grimmauld Place estaba nevado. La gente que caminaba se hundía hasta los talones y andaban con bufandas y grandes abrigos. Albus se puso el chaleco de la gran «A», y encima una túnica abrigada. Guardó la varita en el bolsillo y bajó al desayuno.

-Hola, Albus -dijo Ted.

-Hola a todos -contestó.

Se oyó un crac y Kreacher apareció con una bandeja. Albus se sirvió un pastelito y jugo de calabaza. Con una reverencia exagerada, Kreacher, con el relicario de Regulus aún colgado, se retiró.

Hacía más frío y el día se puso oscuro. Negras nubes taparon lo que hasta hace unos minutos era un sol radiante, que no daba nada de calor. El frío era inmenso.

Albus, Hugo, James, Ted, Lucy, Roxanne y Rose salieron a la calle e hicieron una guerra de bolas de nieve, chicos contra chicas. El día se puso más que negro.

Decenas de criaturas encapuchadas bajaron de la nada, y se fueron acercando a Albus. James gritó.

-¡Papá! -gritó James-. ¡Papá, Mortífagos… y Dementores!

Harry salió blandiendo su varita. Apuntando a las casas muggles, conjuró unos cuantos hechizos no verbales. George, Ron, Hermione, los señores Weasley, Bill, Fleur y Percy también salieron.

Los Dementores se acercaban. Albus fue el primero en actuar.

-¡Expecto Patronum! -bramó el chico.

El león plateado salió de la punta de su varita y se enfrentó a los Dementores. Ellos quedaron atrás y los Mortífagos apuntaron con sus varitas a Albus.

-Sólo queremos al chico -dijo una voz tenebrosa-. Ustedes no tienen por qué morir.

-¡Nunca! -gritaron Harry y Ginny.

-Sufrirán las consecuencias -dijo el hombre.

-¡Avada Kedavra!

-¡Expelliarmus! -gritó Harry.

Los rayos rojo y verde se enfrentaron causando una gran colisión muy sonora. Albus no quería sabes que pasaba, pero la varita de su madre apuntó al Mortífago.

-¡Petrificus Totalus! -gritó Ginny.

El Mortífago hizo rebotar el hechizo de la mujer pelirroja, pero ésta fue lo suficientemente rápida para esquivarlo.

Para sorpresa de todos la pequeña Lucy salió del número doce, y apuntó con su varita a los Mortífagos.

-¡Desmaio! -gritó la niña-.

El hechizo aturdió al Mortífago que quedó tendido en el piso unos metros más allá. Otro de ellos, apuntó a Lucy, pero Percy gritó.

-¡Reducto!

El potentísimo hechizo de Percy hizo que todos los Mortífagos salieran despedidos unos siete metros. Los Dementores huyeron, un Mortífago tomó a Albus por el brazo, y con un ruidito todos los Mortífagos desaparecieron, llevándose a Albus. Justo antes de desaparecer escuchó a su padre gritar… y el grito se fue extinguiendo, hasta que Albus aterrizó con los Mortífagos delante de una mansión.

-¡Suéltame! -gritó Albus-. ¿Qué quieren de mí?

-Oh, sólo hacerte unas preguntas, hijo mío-.

-Lucius, llévanos adentro -dijo el líder-.

Era una mansión enorme, en las paredes había retratos y fotos, periódicos, que decían «El Que No Debe Ser Nombrado Regresa» o «El Innombrable y sus seguidores invaden Hogwarts».

Al igual que en la sala, lo ataron en una silla, le quitaron la varita y lo interrogaron…

-Veamos, Potter, ¿por dónde empezar? -pensó el líder.

-¿Quiénes son ustedes? -gritó Albus-.

-Seguidores del Señor Tenebroso, el mago más grande de…

-Ese fracasado está muerto -dijo Albus-. Mi padre lo mató para siempre, ya no hay más Horrocruxes, y no hay forma de resucitarlo…

-A eso es lo que íbamos -dijo el Mortífago-. Tu padre era el poseedor de las Reliquias de la Muerte…

-¿Las qué? -preguntó Albus, que nunca había escuchado ese nombre-.

-¿Tu padre nunca te habló de la Varita de Saúco, la Piedra de la Resurrección y la Capa de Invisibilidad?

-Sí, pero de Reliquias no dijo nada -se excusó Albus.

-Nuestro objetivo, Potter, es encontrar la piedra. ¿Dónde la tiene tu padre? -preguntó apuntándolo con su propia varita-.

-No lo sé, el me dijo que la perdió…

-¡Mientes! ¡Crucio! -gritó el Mortífago-.

Albus volvió a sentir ese dolor tremendo, pero se fue más rápido de lo que pensaba.

-¿Sabes cuál es nuestro plan? Vamos a traer de vuelta al Señor Tenebroso a nuestro mundo. ¿Qué opinas, Potter?

-Que son unos idiotas, porque la Piedra sólo trae una imagen de una persona, no la puede devolver con vida…

-No nos interesan sus saberes. Queremos saber…dónde -apuntó a Albus con la varita- está… sólo así podrás vivir.

-¡Yo no lo sé! -gritó Albus.

Se sintió un estruendo en el techo. El Mortífago miró pero luego apuntó a Albus. Pero volvió a sonar el techo, y el Mortífago se alejó. Aprovechando ese momento de distracción, Albus dijo:

-¡Accio Varita de Saúco!

Tomando la varita, se deshizo de las cuerdas, inmovilizó a los Mortífagos y cuando corrió hasta la puerta, ella se abrió, y ahí estaban Harry, Hermione, Ginny y otras personas.

-¡Albus! -Ginny corrió a abrazarlo.

-¡Papá, Mamá! ¿Cómo llegaron?

-Tienes prohibido hacer magia fuera de la escuela… -empezó Harry-.

-Salvo en situaciones de vida o muerte… -siguió Albus.

-Y por eso te encontramos, Albus. Por el Detector -dijo Hermione. Vinimos con otros aurores, por si acaso, pero veo que te encargaste tú solo -dijo señalando a los Mortífagos.

-¡Volvamos rápido a casa, antes de que nos atrapen! -dijo Harry, tomando a Albus por el brazo, desapareció junto a su madre y Hermione.

Luego de un momento de asfixia, Albus pudo respirar al llegar a Grimmauld Place, donde lo esperaba Hugo.

-¡Albus! -gritó el chico-. ¿Estás bien? ¿Qué ha pasado?

-Estoy bien, no me hicieron nada -mintió Albus.

Entraron a la casa y Harry se llevó a Albus a una habitación para hablar a solas. Estaba oscureciendo el día, y faltaban cinco días para volver a Hogwarts.

-Papá… sé lo que están buscando… -empezó Albus-. Harry asintió para que siguiera. Buscan la piedra de la resurrección para… regresar a Voldemort.

Harry quedó perplejo, y mirándolo a los ojos, le dijo:

-Eso es imposible. Ya te he dicho que…

-La Piedra de la Resurrección sólo trae una imagen de ellos, pero no pertenecen a este mundo -completó Albus-. Pero ellos no me prestaron atención, me hicieron el maleficio Cruciatus y me preguntaron dónde la tenías. Harry puso cara de horror.

-¿Y qué les dijiste? -preguntó el padre.

-Que la habías perdido, pero no les dije donde -contestó el muchacho.

-Muy bien. Así que Lucius Malfoy sigue siendo Mortífago…

Harry dejó a Albus y éste fue a charlar con Hugo y James. Afuera estaba oscureciendo y el frío seguía amenazando con dar una gran tormenta, todos estaban con sus abrigos, hablando muy tranquilos, hasta que Ron entró en la habitación.

-Hemos tomado una decisión -dijo Ron-. Hagan el equipaje y los llevaremos a Hogwarts. Allí estarán seguros.

-¡No! -dijo James.

-Bueno, si quieren quedarse para machacar a un par de Mortífagos sin nuestra ayuda, no hay problema. -dijo Ron.

Sin protestar, Albus guardó todas sus pertenencias en su baúl. Los libros, la capa, las túnicas, el uniforme de Quidditch, la varita y todo lo que necesitaba.

Bajó a la cocina, donde Harry lo esperaba.

-Albus, tú y yo iremos en escoba. Los demás ya están en Kings Cross.

-Fascinante -dijo Albus. Tomó la Saeta de Fuego y se la puso en el hombro. -¿En qué escoba irás tú?

-En la nueva de James. Se la devolveré cuando estemos allá.

Salieron del número doce de Grimmauld Place, y con una patada al suelo, Albus y Harry se elevaron por los aires. El frío y el viento daba bofetadas en la cara a Albus, siguiendo a su padre, se encaminaron a través de unas montañas nevadas.

-Mortífagos -dijo Harry-.

Albus miró, y allí estaban, encapuchados, con máscaras, volando en sus escobas, y con la varita en mano. ¿Cómo pudieron saber que estaban por allí?. Albus sacó su varita, y apuntó a los Mortífagos.

-¡Reducto! -gritó-.

El hechizo hizo que dos Mortífagos cayeran de sus escobas, perdiéndose en el vacío, pero los demás pudieron sujetarse bien. Con un movimiento de la varita, Harry provocó que la capa de uno se queme, que el mismo apagó sin dificultad. El más grande de los Mortífagos, apuntó a Harry.

¡Sectumsempra! -bramó-.

Pero Harry fue increíblemente rápido para accionar el hechizo escudo, que provocó que la maldición del Mortífago le diera a él. Cayó de la escoba, cubierto de sangre, y todos los Mortífagos descendieron para rescatarlo.

Aprovechando ese momento Harry y Albus aceleraron y llegaron al principio de un lago negro, donde más adelante podían verse los terrenos de Hogwarts. Albus alcanzó a ver que su padre enviaba un Patronus.

-¿Enviaste un mensaje? -preguntó Albus-.

-Sí, le he dicho a McGonagall que te estoy llevando -afirmó Harry-.

Luego de unos cuantos minutos, aterrizaron y fueron recibidos por McGonagall. Albus subió a su habitación en la Sala Común para dejar sus cosas, y cuando bajó, se encontró con Shearly.

-Ho-Hola… -dijo Albus-.

-Hola, Albus -le contestó- te he visto llegar por los terrenos.

-Ehh, si, recién llego -le respondió-. Bueno, si no te importa, voy a bajar al campo de Quidditch para dar un par de vueltas con mi escoba nueva.

-¿Escoba nueva? -preguntó Shearly-. ¿Puedo bajar contigo? Yo tengo escoba y sé jugar…

Albus quedó pasmado, no sabía que contestar.

-Ehh… ¿No era que a los de primero no los dejaban tener? -preguntó este.

Shearly lo miró como si hubiera esperado que le dijera eso.

-Si, pero me han dado un permiso especial. ¿Vamos o no? -dijo frunciendo el entrecejo-.

-¡Sí, vamos!

Albus y Shearly bajaron con sus escobas al hombro al campo. Shearly parecía saber bastante de Quidditch: comentaba buenas jugadas del primer partido de Albus, y la verdad es que jugaba bastante bien. Se posicionaba como cazadora, y terminó haciendo unos cuantos goles increíbles; Albus era bastante malo como Guardián. Se rieron bastante acerca de los desesperados movimientos del guardián de Ravenclaw cada vez que alguien lanzaba a los postes, parecía que bailaba ballet.

Se hizo la tarde-noche y escuchó que alguien lo llamaba. Hugo, desde abajo, lo saludaba alegremente. A su lado estaban Rose y James.

-Lo siento, Shearly, tengo que irme -le dijo-.

-No hay problema, Albus. Ya nos veremos.

Bajó y encontró a James.

-¿Qué hacías solo con ella? -preguntó James-.

-Estábamos cosechando mandrágoras -le dijo riendo- ¿Qué más podríamos estar haciendo? -le dijo fríamente.

-Bueno, quizá… -empezó James, pero la mirada de Albus lo detuvo-.

-Vamos a comer.

La cena de ese día fue deliciosa; los Potter y los Weasley se fueron a la cama muy satisfechos y rellenitos. Albus se quedó leyendo Quidditch a través de los tiempos hasta muy tarde. Se quedó dormido en un segundo.

Published in: on 19 agosto 2009 at 0:26  Deja un comentario  

¡Expecto Patronum!

James ya se había encargado de correr el rumor de Mortífagos por todo Hogwarts; algunos estaban sorprendidos y miraban a James como el héroe, otros, estaban aterrorizados. Se acercaba la Navidad y los Potter la pasarían con los Weasley y con Ted.

Ese 22 de diciembre, el Gran Salón estaba decorado preciosamente. McGonagall anunció que las vacaciones de Navidad comenzarían el 24 y terminarían el 30. Pidió que los que se quedaban en Hogwarts para Navidad avisaran a los jefes de sus casas.

Dumbledore había enviado una lechuza a Harry para avisarle lo ocurrido el anterior día.

-Por fin unos días de descanso -dijo Scorpius tirándose en la silla. Ya estoy harto de los deberes.

Eso era cierto. En la última clase de Historia de la Magia, les dieron para estudiarse tres libros de cien páginas para los primeros exámenes, y un informe acerca del mago tenebroso Grindelwald de un metro y medio de largo; Albus no quería imaginar lo que era sexto curso.

Fue con James y Rose a ver cómo iban los puntos: Gryffindor tenía 204, Slytherin 201, Ravenclaw 187 y Hupplepuff 175. A su lado, una muchacha rubia, de ojos celestes, lo miró y le dedicó una sonrisa.

-Por poco nos ganan -dijo Shearly-. Estamos terceros…

Fueron a clase de Encantamientos, el profesor Parkinson esperaba con la varita en mano.

-Bueno, alumnos -dijo con tono despreocupado -Hoy veremos cómo se usa el hechizo Wingardium Leviosa. Bueno, a la derecha de sus bancos hay una pluma. Inténtenlo así.

El profesor sacó su varita y con un elegante movimiento de su mano hizo volar la pluma. -¡Vamos, inténtenlo!

Albus lo consiguió en el segundo intento luego de que Rose lo reprochara acerca de cómo pronunciaba las palabras. Ella también lo logró y luego de más o menos siete intentos lo logró Hugo.

Cuando el profesor Parkinson se fue, todos comenzaron a hacer volar todo, pero cuando digo todo es todo.

Joe Peverell intentó levitar a un muchacho que era muy delgado; Albus levantó 15 libros apilados de una vez, y Rose intentó levantar la pequeña biblioteca que había en el salón e hizo un desastre, que arregló con un simple movimiento de varita.

Cuando volvió el profesor, terminó la clase. Albus fue a hacer la valija para ir a su casa para Navidad en Grimmauld Place; aún así faltaban dos días para irse.

Albus, Scorpius y Joe se encaminaron hacia clase de Botánica, con el profesor Longbottom. Al llegar a los invernaderos, un olor floral les llegó.

Todas las clases eran iguales. Mandrágoras, bichos raros, vainas de Snargalluff e incluso una tentácula venenosa a la que no dejaban acercarse

-Profesor, que es un thestral? -preguntó Joe.

-En Hogwarts está lleno de thestrals, hijo, pero solo los ven las personas que han presenciado la muerte. Son criaturas magníficas, pero esto lo aprenderán en la clase de Cuidado de Criaturas Mágicas. Sigan leyendo -dijo el profesor, y la clase se enmudeció.

Al terminar la clase, Albus recogió sus cosas y se marchó.

-Tenemos dos horas libres -le dijo a Scorpius -Que bien.

-Sí, es verdad -dijo el rubio.

-Casi me olvido, ahora tengo entrenamiento de Quidditch -dijo el chico.

-Nos vemos después, Albus.

Fue corriendo al campo de Quidditch y allí se encontró con Byron.

-En las vacaciones me compraré la escoba -dijo- Entonces podrás usar la tuya.

-Sí, no hay problema. Si tienes suficiente dinero, cómprate la Corredora Mundial. Es muy veloz, no tanto como la Saeta de Fuego, pero ésa es demasiado cara.

Saeta de Fuego… su padre aún tiene esa escoba, quizá podría pedírsela para el partido

Bueno, atrapa estas Snitch que me ha prestado McGonagall. Cuando suene el silbato. Uno…dos…tres.

Albus ya había dado una patada al suelo y se elevaba por los aires. Seguía bien de cerca a la Snitch y de vez en cuando estaba a centímetros de ella. Cuando atrapó la primera se la devolvió a su capotán, y fue en busca de la segunda. Comenzó a tener frío y tremendas nubes taparon el cielo. La pelotita dorada se elevó y Albus la siguió, la Snitch se metió en las gradas, y quedó atorada debajo de una silla destrozada que debía ser la que usa Hagrid. Subió, dejó la escoba en un asiento y cuando se agachó para recuperar la Snitch… lo vio otra vez…

La figura encapuchada lo miraba. Albus sacó la varita y apuntó al Dementor, pero no tenía idea de cómo sacárselo de encima. La figura negra se acercó, y Albus se moría de frio, de terror. Pero no era débil, no se daría por vencido. Voló durante largos minutos por las nubes, se había perdido totalmente. Le costó volver a ver el estadio… perdió el conocimiento y, a pocos metros del suelo, cayó de la escoba.

Vio unos anteojos… era el profesor de Defensa contra las Artes Oscuras.

-¡Expecto Patronum!. -gritó este, que luego miró a Albus, guardando su varita en el bolsillo-. El Patronus es el único conjuro que te permite deshacerte de los Dementores.

-Para lanzar el hechizo, debes estar muy concentrado. Debes estar pensando en un recuerdo muy feliz, y exclamar «Expecto Patronum». Ya verás que sucede.

-¡Expecto Patronum! -intentó Albus apuntando al cielo.

Albus se retiró del estadio decepcionado. Ya era de noche y fue directo a la Sala Común, donde encontró a Scorpius y Frank.

-Voy a terminar el bolso. Mañana a la noche tomamos el tren a Londres -dijo Albus, y se fue a su dormitorio.

En él guardó la varita, la capa de invisibilidad que casi no usaba, las túnicas, los libros, los deberes y sus objetos personales. Se quedó dormido con una gran facilidad.

Algo lo despertó. La luz del día. Se vistió y fue directo a desayunar. Tuvieron aburridas clases de Defensa contra las Artes Oscuras, que lo único que aprendieron fue el hechizo Levicorpus, que hacía que tu rival quedo como sujeto de los talones por una soga invisible, boca abajo como un murciélago. Después tuvieron clase de Botánica y llegaron a Transformaciones.

McGonagall lucía tan estricta como siempre.

-Hoy usaremos una magia algo más compleja -dijo Minerva-. Intentaremos transformar una pequeña rata en un vaso de vidrio. ¿Qué esperan para sacar los libros?.

Después de media hora, Rose había completado la transformación sin problemas.

-¡Excelente, diez puntos para Gryffindor! -dijo encantada.

Después Albus encontró en su libro cómo hacer la transformación, y le explicó a Scor para que lo intente.

Albus lo logró en un milisegundo.

-Diez puntos para Slytherin -dijo McGonagall-. ¡Vamos, ningún otro lo ha logrado! -les dijo a los de Slytherin que estaban en la otra punta del salón.

-Yo sí, profesora -dijo su amigo-.

-Bien, Malfoy, cinco puntos para tu casa -dijo como si no le importara.

Al terminar la clase tuvieron una hora libre y después Pociones con Darwort.

-Bueno alumnos -dijo el hombre gordo y calvito-. Hoy tenemos poco tiempo así que haremos algo divertido. ¡A ver con qué me sorprenden!

Albus no tenía ni idea de qué hacer. Encontró en su libro una poción de crecimiento de la uñas, pero buscó uno mejor. Hasta que encontró las instrucciones para una poción de nervios, que hacían al que la bebiera que hablara mucho sin sentido, mueva los brazos para cualquier lado, le crezca barba y se rasque mucho en todos lados.

-¿Qué es esta poción tan bonita, Potter? Creo que voy a probarla… -dijo Darwort.

-No se lo recomiendo, profesor -dijo Albus.

-¡Oh, sí, infusión de nervios! -dijo asombrado-. La cantidad de veces que la he usado con enemigos es increíble. ¡Bueno, es todo por hoy! Nos vemos después de Navidad.

Y todos abandonaron las mazmorras para ir al hall de entrada con los profesores, para luego tomar el tren a Londres.

Published in: on 19 agosto 2009 at 0:23  Deja un comentario  

Club de duelo

Ese jueves Albus y Scorpius bajaron antes al Gran Salón para desayunar. Scamander hablaba con el profesor de Encantamientos, Parkinson, y cuando todos habían bajado al desayuno, el director se levantó y dijo:

-¡Atención! Debo decirles que hoy será el comienzo del Club de Duelo. El profesor Parkinson los ayudará en sus dudas. Recuerden: ¡Sólo hechizos de desarme! -dijo Scamander levantando un dedo al ver las caras de emoción de sus alumnos.

«Voy a partir a alguien a la mitad» -pensó Albus.

-Papá me dijo que iban a hacer el Club de Duelo este año. Me sugirió que use el hechizo Expelliarmus siempre -dijo Scorpius

En ese momento cientos de lechuzas entraron por las ventanas para dejar la correspondencia a sus dueños. Un ave blanca como la nieve aterrizó delante de Albus y le dejó tres sobres.

El más pequeño era de Hagrid.

Querido Albus:

Te recuerdo que vengas a mi cabaña hoy a eso de las tres a tomar el té. Hagrid.

El otro era el horario ya confirmado de clases.

Pociones

Defensa contra las Artes Oscuras

Encantamientos

Libre

Botánica

__________________

Botánica

Libre

Transformaciones

Libre

Libre

Historia de la Magia

Pociones

Cuidado de Criaturas Mágicas

-¿Todo esto en un día? ¡No nos da el tiempo! -dijo Hugo como un loco.

-No, la primera lista es lunes, miércoles, viernes y domingo; la segunda es martes, jueves y sábado -dijo Albus con astucia.

-¿Cómo sabes todo esto?

-Me lo dijo Scamander ayer.

Quedaba una carta. La abrió, era muy liviana pero grande. La carta decía…

Albus:

No me molestó en lo más mínimo que hayas quedado en Slytherin. Tendrías que haberte atrevido a contarmelo personalmente, aunque yo tengo mis modos de enterarme de todo… Espero que hagas honor a la casa en la que estás, y que tengas mucho éxito en tus estudios.

Envíanos una carta si vas a pasar la Navidad en casa. Te daré tu regalo por adelantado, espero que te sirva como a mí. Ábrelo cuando estés solo. Papá.

Contenía una especie de tela, pero la abriría cuando esté solo. No había pensado en la Navidad. Por supuesto que la pasaría allí. Y no estaría sólo con sus hermanos…

Albus debía visitar a Hagrid a las tres y luego comenzar el Club de Duelo a las cuatro y media.

Cuando llegó a la cabaña, Hagrid lo esperaba con los brazos abiertos.

-¡Hola, Albus! -rugió Hagrid

-Hola, Hagrid.

-Pasa, tomaremos el té.

La cabaña de Hagrid era algo pequeña, una mesa redonda y una chimenea era lo que más se notaba.

-¿Cómo va la primer semana? Te fui a visitar al hospital cuando tuviste el problema… -dijo Hagrid cambiando la cara.

-Bien salvo por eso. Hoy a las cuatro y media comienza el Club. -dijo Albus.

-No le digas nada, Albus. Pero Oliver Wood me dijo que te ha convocado para buscador de Slytherin. -dijo sonriente. Quiere ver si eres tan bueno como tu padre.

-¿De verdad? -dijo Albus, y su cara se iluminó. Pero si mi papá jugaba en Gryffindor…

– Wood busca a habilidad en jugadores de todas las casas. Ten en cuenta que James es el nuevo buscador de Gryffindor. No le hagas competencia.

Harry siempre le decía que era muy bueno y que sería buscador si se entrena bien.

Se quedaron casi una hora charlando sobre el Quidditch, y pocas veces cambiaron de tema.

-Hagrid, debo irme. Comienza el Club.

-¡Oh, cierto! -dijo y se llevó la mano a la frente -. ¿Recibiste el regalo de tu padre?

-¿Cómo lo sabes? -preguntó

Albus sabía que Hagrid tenía una gran habilidad para meter la pata. Harry siempre le contaba.

Albus se despidió de Hagrid y se encaminó al Gran Salón, donde comenzaría el Club de Duelo. Al llegar vio que las mesas se habían corrido y sólo había una muy larga. Parkinson y Scamander estaban en ella.

-¡Bienvenidos al Club de Duelo! -exclamó Scamander-. Los agruparemos en parejas para que se enfrenten.

Luego de más o menos 15 minutos los profesores formaron las parejas. Albus estaba con Joe Peverell. Fueron los primeros en enfrentarse.

-Recuerden: ¡Sólo hechizos de desarme!

Albus y Joe hicieron la típica reverencia del duelo, Parkinson contó hasta tres y…

-¡Rictumsempra! -bramó Albus, y Peverell terminó vencido, atacado por un hechizo de cosquillas.

Jadeando, Joe se levantó y gritó:

¡Expelliarmus!

Antes de que el hechizo rojo le dara, Albus dijo:

¡Protego!

El perfecto hechizo escudo hizo que el maleficio de Joe Peverell le diera a él. Terminó el duelo.

Scamander felicitó a Albus y le recordó su ventaja de la varita. Aún así le dijo que era un gran duelista.

Scorpius se enfrentó con Harry Longbottom, Rose con Shearly y James con un tal Agamenón.

Al día siguiente, en la sala común, Albus decidió abrir su regalo. Al principio sólo le pareció una especie de capa ordinaria.

Se le escurrió de las manos y dejó salir un grito de asombro. Ya no tenía pierna. Era invisible.

Fue a buscar a Scorpius, al Gran Salón y le contó lo de su capa. El hijo de Draco, se impresionó.

-Papá ya me ha contado lo de la capa de Harry. Pero nunca pensé que te la daría -dijo mirando el cielo.

-¡Albus! ¡Me he olvidado de llamarte! -dijo Oliver Wood, cuando llegó al comedor-. El capitán de Slytherin te busca; te está esperando ahora, en el segundo piso.

Albus bajó al segundo piso. Allí estaba un tal Byron, de sexto curso, el capitán de Slytherin.

-Hola, Albus -dijo sonriendo.

-Hola, Michel. ¿Me buscabas? -preguntó

-Si, me he olvidado de decirte que te convoqué al equipo. A ver si nos das algo de suerte.

Albus sonrió y asintió

-Entrenaremos tres veces a la semana, a las siete. Ya te diré cuando.

-Gracias, Michel. Debo ir a clase de Pociones.

Albus se encaminó a las mazmorras, donde se daban las clases. Allí estaba el profesor y jefe de la casa Slytherin. Horace Slughorn.

-Las pociones son una magia muy completa y exacta y debe ser estudiada al máximo para rendir. En mi clase habrá pocos hechizos y espero que valgan la pena. ¿Albus? -pidió Slughorn

-¿Si, señor? -preguntó secamente.

-¿Cómo haría para salvar a una persona si es envenenada?

-Ehh… le daría un bezoar, creo -afirmó Albus

-Excelente, diez puntos para Slytherin -dijo Slughorn – ¿Y sabes de donde sacaría uno?

-Ehh… no lo sé señor.

-Un bezoar -dijo- es una piedra sacada del estómago de una cabra y sirve para salvarse de la mayoría de los venenos. Ésa sería la respuesta completa. Saquen el libro en la página 78 y usen el hechizo Specialis Revelio para activar el caldero -pidió el profesor..

Las semanas fueron pasando y llegó el 8 de octubre, el día del primer partido de Quidditch: Gryffindor vs. Slytherin. Pero Albus se había olvidado de algo elemental, no podía creer como se olvidó de eso

Al llegar al Gran Salón, Albus buscó a Michel Byron.

-¡Michel! -llamó Albus.

-¿Qué pasa, Potter? ¿Listo para tu primer partido? -preguntó radiante.

-¡No! ¡Yo no tengo escoba! -dijo muy alarmado.

-De eso no hay problema -dijo más tranquilo de lo que pensaba Albus -Te daré mi escoba nueva para este partido, como yo soy guardián no voy a necesitar una muy rápida. Pero sólo por este partido, después te compras una.

-Muchas gracias, Michel. Seguro que hoy ganamos -dijo más que contento.

Ya estaba todo el público en las gradas alentando a su casa. El sol reflejaba todo el estadio y todos llevaban sombreros. Algunas banderas decían «Fuerza Potter».

Al entrar a la cancha, Scorpius, Frank y Michel les desearon suerte. Subió a la Saeta Voladora que le había prestado su capitán y se elevó. Una voz sonó en el estadio.

-¡Y aquí sale el equipo de Slytherin! Comenzando con su capitán Byron, seguido de cerca por el esperado debut de Albus Potter, el hijo del niño -ahora hombre- que vivió, y aquí sale Gryffindor!

Los vestidos rojos escarlata salieron a la cancha, el guardián parecía un jugador de Rugby; tenía el ancho de tres personas regordetas y medía más o menos 1,80.

-¡Los vamos a aplastar! -rugió el gordo.

-En tus sueños -dijo Byron absolutamente seguro de la victoria.

Wood lanzó la pelota y el partido comenzó. Albus voló en busca de la Snitch Dorada que debía conseguir. Tanto, Gryffindor arriba 10-0. Seguía volando y vio un destello dorado cerca de la torre de Ravenclaw. Voló hasta ahí, buscó y buscó pero no vio nada. Pero lo que si vio es que Slytherin iba arriba, 40-20. Siguió buscando, vio algo dorado pero le pareció que era el rayo del intenso sol. Pero sólo le pareció…

Allí estaba. La Snitch, tal como la vio en los entrenamientos, volaba con sus alas rápidas como la luz cerca de los postes. Voló lo más rápido que pudo hasta estar a centímetros de la pequeña dorada. Estiró su mano derecha… el partido ahora iba 60-50 a su favor. Tenía la victoria en sus manos, ganarían 210-50 si sólo la agarraba…estaba a centímetros…no lo soportó. Salto de la escoba, atrapó la Snitch pero caía en picada. ¿Qué haría ahora? Seguía cayendo, nada lo podría evitar, y la escoba nueva de Byron quedaría hecha añicos, aunque luego la podría arreglar con su…

De su túnica verde sacó la varita de saúco, y estando a cinco metros del suelo, exclamó:

-¡Accio Saeta Voladora!

La escoba llegó hasta él más rápido de lo que canta un gallo, ascendió y se escucharon gritos de euforia. Habían ganado, como él pensó, 210-60.

Al salir del estadio todos alzaban a Albus como a un rey. Una gran fiesta se alzó en la sala común de Slytherin. Ni siquiera notó la precensia de su hermano. Más tarde, les pidió que lo dejen sólo.

Eran las 00:45, clarísima hora de dormir, pero Albus se impulsó a bajar al Gran Salón.

Estaba casi por el segundo piso cuando sintió un ruido proveniente de atrás. Ahora escuchó una voz.

¡Petrificus Totalus!.

Albus se desplomó con los brazos y las piernas pegadas al cuerpo; lo único que podía mover eran los ojos.

-Perfecto, hombre. -dijo una voz ronca-. Algún día completaremos la tarea del Señor Tenebroso. ¡Hey! Toma al chico y llévalo a la Sala. Ya veremos que hacer con él.

Albus parecía petrificado, tenía los brazos y piernas pegados a su cuerpo. Sólo podía ver con sus verdes ojos hacia dónde lo llevaban. Estaban en el séptimo piso.

El que parecía ser el líder de ellos, se paró delante de una pared ordinaria. Pero ya no era pared; una puerta había surgido y entraban. Era una sala enorme y había una silla y cuerdas. Le sacaron la varita y uno la miró con una sonrisa despreciable. Lo sentaron en la silla y lo ataron.

El hechizo petrificador había terminado su efecto. Albus estaba normal. Tres personas lo miraban con odio.

-Así que -dijo un Mortífago- eres el actual dueño de la Varita de Saúco.

Otro hombre levantó la varita y apuntó a Albus.

-Dime, Potter, si quieres vivir -dijo con odio- ¿Dónde vive… tu padre?

-¡No es asunto tuyo! -gritó el chico

-Ohh, se resiste, igual que su… padre.

-¡Crucio!

Harry sintió un dolor atroz, tremendo. Sus tripas se retorcían y el dolor no cesaba. Gritaba con todas sus fuerzas, era capaz de despertar al castillo entero… pero la magia de la Sala lo evitaría. El dolor se detuvo.

-Déjalo, John. -dijo el supuesto líder. -Pero ve a traer a su hermano.

-¿Cuál es la contraseña de la Sala Común? -dijo apuntándolo con la varita. Albus no quería otro de esos dolores.

– No lo sé, no es de mi misma casa…

-Ah, cierto. Tu y el otro Potter morirán si no me dicen el domicilio de tus padres -dijo con maldad.

Albus no podía ni moverse. Si intentaba tomar la varita iba a morir. Que buen año en Hogwarts. Quince minutos después llegó el Mortifago, acompañado de… nadie.

-¡Ha desaparecido! -dijo tratando de disculparse.

-¿¿Qué?? -preguntó el líder. A Albus también le pareció raro.

-Cuando llegué al dormitorio, le apunté con la varita y le dije que me siguiera, se escondió bajo las sábanas y cuando miré ya no estaba… -El hombre sabía que estaba en un gran lío. Pero lo mejor está al final.

En ese momento se oyó un ¡Expelliarmus!.

Las varitas de los Mortífagos salieron despedidas. De la nada apareció James, y con el hechizo de inmovilización total, se libraron de los Mortífagos.

Albus comprendió todo: tenía la capa. ¿Pero cómo la consiguió, si James no era un Slytherin? Tomó su varita y con su hermano corrieron a buscar a Scamander para contarle lo ocurrido. Al llegar a la gárgola, el director estaba allí, como si los hubiera esperado.

-¡Profesor! ¡Mortífagos! ¡Nos atacaron! ¡Nos…!

-No digan más, Potters. Los profesores se enteraron de lo ocurrido y ya está solucionado.

-¿Tan rápido…? -preguntaron sorprendidos.

-Tenemos nuestros métodos. Vayan a la cama.

Obedecieron sin chistar y se encaminaron cada uno hacia su sala. Pero antes de separarse, habló Albus.

-¿Cómo conseguiste la capa?

James lo observó unos segundos

-Pues… los hermanos tiene que cuidarse, ¿no? -dijo levantando una ceja

-Pero, ¿y la contraseñ…

Y antes de que Albus terminara la frase, James desapareció en la oscuridad.

Published in: on 19 agosto 2009 at 0:18  Deja un comentario  

La varita más poderosa

Cuando terminó la selección Albus estaba muy incómodo. La inmediata decisión del sombrero lo había aturdido. No tenía con quién hablar. ¿Por qué estaba en Slytherin? ¿Por qué rompió la cadena? ¿Cómo se lo explicaría a sus padres?

A su lado, Scorpius Malfoy lo miraba de reojo varias veces, hasta que finalmente habló.

-¿Qué fue lo que te hizo venir aquí? -le preguntó.

-Quisiera saberlo -contestó Albus fríamente.

-Bueno… deberás acostumbrarte.

Después de unas palabras, Scamander hizo aparecer los platos de deliciosa comida, pero Albus no tenía apetito. Al terminar completamente la cena, acompañaron a Horace Slughorn, un extremadamente viejo profesor de Pociones y Jefe de su Casa a la Sala Común.

-Sangre de serpiente -murmuró un prefecto.

La puerta se abrió para dejarlos entrar. A Albus le pareció que estaba en un lago, era un lugar muy frío y verdoso, aunque reconfortante. Subió a su habitación, que compartía con Scorpius.
Tomó un pergamino, una pluma y escribió a sus padres contándoles de lo que le sucedió

Se puso el pijama y se acostó. A su lado Scorpius estaba despierto.

-Es cierto, deberé acostumbrarme.

Se cubrió con las sábanas e intentó dormir. Porque era en esa cama en la que iba a dormir durante siete largos años.

Al día siguiente despertó temprano, desayunó en el Gran Comedor y McGonagall acompañó a los estudiantes a su primera clase, la de Encantamientos, impartida por el profesor Parkinson

-Vamos, saquen el libro Historia de la Magia curso 1°, en el capítulo 7, «La defensa amateur» -pidió el profesor.

La clase era aburrida. Había más teoría que una simple práctica de hechizos, que era lo que supuestamente se daba en Encantamientos. En ese momento, Joe, el metamorfomago, ejecuto un encantamiento que provocó que una bandada de pájaros vuelen. Albus pensó que estaban algo mal, porque volaban sin sentido y se estrellaron contra un enorme vidrio, que hizo que el profesor se cayera y se escuchó un ¡crack!

Cuando el profesor se levanto, brotaron lágrimas de sus ojos. Su varita se había partido al medio.

-¡Cincuenta puntos menos para Ravenclaw! -gritó mirando a Joe. -¡Mira lo que has hecho, idiota! ¡Dame tu varita!

-¡No la rompa! -pidió Joe – ¡No fue mi culpa!

-¡No la voy a romper! -Aunque por su apariencia pareciera que si.

Joe, para nada convencido, le dio su varita a Parkinson.

Apuntó con la varita de Joe a la suya, rota, y dijo:

-¡Reparo!

Nada pasó

-Era obvio que no funcionaría -dijo Parkinson -Lo intenté. Tendrás un castigo, Peverell.

Le devolvió la varita y Joe la guardó. El profesor dijo que termino la clase y fue a su despacho. Todos salieron menos Albus.

-Te veo afuera, Scorpius, tengo algo que hacer.

S. Malfoy aceptó y lo espero a la salida del lugar.

Albus tomó la varita rota de Parkinson y la observo una milésima de segundo. Estaba apenas sujetada por un pelo de unicornio.

Albus sacó su varita, y sin ninguna esperanza, imitó el conjuro.

-¡Reparo!

Increíblemente, la varita ya no estaba partida al medio. Estaba ilesa, reparada, perfecta.

Subió corriendo a buscar al profesor a su despacho y tocó la puerta.

-¿Quién es?

-Soy Albus Potter.

-¿Qué quieres niño?

-¡Se lo debo mostrar!

Se abrió la puerta de par en par y allí estaba el profesor

-Reparé su varita.

-¿¿Qué??

Albus le mostró la varita reparada y el profesor la tomó, sonriendo, pero luego la sonrisa se borró.

-¿Cómo lo has hecho? -preguntó extrañadísimo

-Con mi varita; no sé por que…

-¿La tuya ha funcionado, y la de tu compañero no? ¿Qué varita tienes?

-Emmm…-dudó si decirle de qué era.

-Muéstrala

Sacó la varita y se la dió a Parkinson. El profesor abrió mucho los ojos, titubeó y se la devolvió.

-¿Dónde conseguiste esa varita? -preguntó hasta con miedo

-Pues yo… – Albus nunca le dijo a nadie que la robó mientras la examinaban en el Ministerio.

-Potter…esa es la Varita de Saúco…tiene poderes malignos…¡te matarán para conseguirla! -gritó poniéndose rojo.

-Mi papá es auror, y dice que tuvieron que examinarla… -dijo tratando de tranquilizarlo.

-¡Vete, Potter! -dijo muy asustado, y ambos de retiraron.

Albus decidió que sólo le contaría lo ocurrido a Scorpius, que era su amigo de más confianza. No sería para nada bueno que todos sepan que él tiene la varita más poderosa a la que matarían por conseguir.

Ese día se despertó por una cálida brisa que lo abrazó a la mañana. Un sol radiante le daba los buenos días y ni una nube se asomaba. Llegó el día tan esperado por los de primero, porque es el día de las clases de Quidditch.

Bajó al campo con Scorpius, hablaron acerca de la injusticia de que a los alumnos de primero no les permitían tener sus propias escobas.

James, su hermano, era buscador de Gryffindor de tercer curso.

Al llegar al caluroso campo, un profesor al que le decían «Madera» los colocó en fila para enseñarles lo que necesitaban.

-Buenos días chicos y chicas, soy Oliver Wood. -dijo dándose importancia

-Hoy les enseñaré lo básico para saber controlar las escobas, y así algún día jugar para el equipo de su casa. Los de tercer año, vayan donde están los aros y los de primero vayan del otro lado. Les daré a todos escobas de práctica -indicó Oliver.

Wood comenzó con los de primero.

Luego de indicar como volar, girar, acelerar y demás a los de primero, les dijo que vuelen un rato para practicar.

Albus y una chica llamada Shearly fueron los únicos que lograron volar más de diez metros de alto.

Albus comenzó a sentir frío y depresión. Subió más y más hasta alcanzar la torre más alta y dio un par de vueltas.

El frío aumentó y Albus comenzó a sentirse triste. El cielo oscureció y vio una figura moverse delante de él.

Volaba sin escoba. No era un ser humano. Estaba todo vestido y encapuchado de negro. Sentía su respiración y después le pareció que la felicidad hubiera desaparecido del mundo. El encapuchado se acercaba más hasta estar a un centímetro de Albus.

No pudo evitarlo y luego escuchó un grito, largo e interminable.

Cuando despertó estaba en la enfermería. Tenía un turbante en la cabeza y la pierna izquierda vendada.

Delante de él una persona le hablaba.

-Así que has conocido a un Dementor -dijo una persona que Albus apenas podía ver.

-¿Un qué? ¿Usted es el director? -pregunto Albus, muy perdido.

-Exacto, Albus. Soy el director, el director Scamander.

-¿Qué dijiste que he conocido? -preguntó volviendo a la conversación

-Dementores, Albus. Es lo más feo que puedes ver -dijo moviendo la cabeza.

-Ya veo porque me parecía que…

-…toda la felicidad se había extinguido -completó Scamander.

-Exacto. Pero… ¿Quién gritó?

-Nadie. Los dementores te traen los recuerdos más tristes de tu vida. ¿a quién oíste gritar?

-Ehh…no lo se… un recuerdo de niño. ¿Pero como sabes que vi un dementor? -preguntó extrañado.

-Te he visto. La torre más alta es el despacho del director, Albus. Antes era la torre de astronomía -dijo el mismo. Y creo saber por qué te los encontraste.

-¿Qué? -preguntó ansioso- ¿Por qué me buscaban?

-Sé que tienes esa varita, Albus -dijo el director haciendo un gesto sabio.

Albus miró por la ventana. Estaba oscuro pero no tenía nada que ver con los dementores; eran las ocho de la noche, debía ir a comer pero estaba en una pata.

-No sé de dónde la sacaste -Scamander comenzó a sonar duro- pero deberías deshacerte de ella. Sus hechizos son los mejores. Te vi en clases de Encantamientos.

-Te he traído la cena -dijo Scamander al escuchar el crujido del estomago de Albus.

Scamander dejó a Albus para que cene y duerma tranquilo.

Published in: on 19 agosto 2009 at 0:14  Deja un comentario  

El sombrero decidido

Albus subió al tren y caminó por el pasillo. Se sentó en un compartimiento vacío. Alcanzó a ver s su hermano James, que estaba con Harry Longbottom y Rose.

Su ansiedad por saber para que lado sería el resto de su vida estudiantil era tan potente como un disparo acertado. Con una curiosidad casi infantil, pensó en las cuatro casas y cómo quedaría en cada una de ellas.

-Ravenclaw… inteligencia -iba contando- Hufflepuff, no tengo idea… Slytherin, astucia, perseverancia y verdaderos amigos… Gryffindor, valentía y espíritu… bueno, no creo que no me pongan en Gryffindor -pensó Albus positivamente.

Se acercó y abrió la puerta una muchacha rubia, de pelo rizado, ojos grises y piel pálida.

-¡Hola! -dijo la desconocida-. Eres Albus Potter, ¿verdad?

-Si lo soy -afirmó el chico

-Yo soy Hannah Lovegood -dijo la rubia

-¿Lovegood? -preguntó Albus-. Mi padre me comentó algo acerca de un Ejército de Dumbledore y sus miembros, y entre ellos había una Lovegood.

-Mi madre, fue amiga de Harry -dijo Hannah- bueno…¿puedo sentarme aquí? Los compartimientos están llenos -dijo ella con cara de decepción.

-Por supuesto -dijo Albus. Aquí estoy muy aburrido.

-Yo no te garantizo ninguna diversión conmigo, pero gracias -dijo Hannah radiante.

-¿Empezarás primer año? -preguntó Albus.

-Si. Supongo que me pondrán en Ravenclaw, la casa de mi familia.

-Puede ser. Todos los de primero se preguntan eso -dijo Albus. Por cierto, me dijeron que tu madre es muy amiga del profesor Longbottom…

-Si, es cierto. Mi madre es la profesora de Cuidado de Criaturas Mágicas, lo sabías?

-¿De verdad? -dijo Albus. Pensé que Hagrid la daría.

-Él solo está de guardabosques -contestó Hannah

El sol se estaba poniendo y el paisaje se veía poco. Una densa lluvia había comenzado a caer. Sientió sueño, y para sobresaltarse escuchó una voz.

-Albus, te pasa algo?

-Nada, sólo tengo hambre -dijo al crujirle el estómago. Hablando de eso, ¿cuándo pasa el carrito de la comida?

El carrito pasó alrededor de cinco minutos después, haciendo sonar la campanita y asomándose al interior del compartimiento.

-¿Quieren algo, chicos? -preguntó la señora

Albus y Hannah pidieron casi todo lo que había: Grageas de todos los sabores, ranas de chocolate, pasteles de calabaza y varitas de regaliz.

Hannah era muy parecida a su madre: tenía ese gran aspecto soñador, como imposible de enfurecerse, de inteligencia aunque locura, humildad y cierto interés por los Torposoplos que mecionaban en El Quisquilloso que llevaba en la mano. Luna había tenido otros dos hijos: Lorcan y Lysander, que eran un año mayor que ellos.

Comieron como reyes hasta que alguien entró. Era Rose.

-Será mejor que se vistan, ya es de noche y me dijeron que en diez minutos llegamos.

Efectivamente, había anochecido. Los tres sacaron sus túnicas y se vistieron. Luego se rompió el silencio.

-¿De qué es tu varita? -preguntó Hannah.

Albus sacó una varita bastante larga para un niño de once años y la mostró. – En realidad, mi padre me compró una, pero encontré esta y me sentí más cómodo.

El tren estaba bajando la marcha poco a poco hasta frenar. Los alumnos ya habían salido muy emocionados de sus compartimientos y bajaron. Esperándolos, estaba una figura de más de dos metros de altura y tenia el ancho de cuatro personas. Albus lo reconoció enseguida.

-¡Hagrid! -exclamo sonriendo

-¡Albus, esperaba verte! He visitado a tu padre anteayer, y me dijo que hoy te vería! Bueno, después tendremos tiempo para charlar.

Hagrid se paró en un pequeño tronco que amenazaba con no aguantar su peso. Ahí todos lo veían.

-¡Magos y brujas! -dijo levantando los brazos- ¡Ya conocerán el increíble castillo de Hogwarts! Hay que cruzar el lago, por favor no más de cuatro por bote!

Hagrid ocupaba todo un bote para él solo. Albus subió al bote con Hannah y unos muchachos que no conocía.

Se escuchó un fuerte ¡wooooow!

Allí estaba, idéntico a como se lo habían mostrado en las fotos, el enorme castillo de Hogwarts.

-Por cierto, ¿quién es el director de Hogwarts? -preguntó Hannah a Albus.

-Albert Scamander. Me dijo mi padre antes de venir -dijo Albus.

Al llegar, entraron al hall de entrada, y allí los esperaba una mujer alta y flacucha, con un sombrero puntiagudo puesto.

-Buenos días niños y niñas. Soy Minerva McGonagall, subdirectora y profesora de transformaciones. Antes de comenzar, el Sombrero Seleccionador los pondrá en una de las cuatro casas de Hogwarts. Ellas son Gryffindor, Ravenclaw, Hufflepuff y Slytherin.

Entremos al Gran Salón, para la ceremonia de selección.

Hubo otro ¡Woooooow!

El techo del Gran Salón estaba compuesto por velas, y las cuatro mesas rojo, azul, verde y amarillo relucían como perlas. Estaban parados en filas y todos ponían caras de estar muy nerviosos, incluso temblaban.

McGonagall armó un taburete y mantuvo en las manos un sombrero gastado, raído y viejo.

Saco de su bolsillo una enorme lista y dijo:

-¡Abson, Mattew!

El chico moreno camino hacia el taburete; se sentó y la profesora le puso el sombrero en la cabeza.

Luego de más o menos treinta segundos, el sombrero exclamó:

¡GRYFFINDOR!

La mesa roja vitoreó y Mattew fue a sentarse a la mesa.

¡Longbottom, Harry!

El chico fue hacia el taburete, Neville se paró para mirarlo bien.

¡GRYFFINDOR!

Fue muy contento a sentarse a la mesa.

¡Scorpius Malfoy!

Todos levantaron la cabeza para ver, como el pequeño rubio como el limón se ponía el sombrero…

¡SLYTHERIN!

La mesa verde vitoreó por primera vez, y Scorpius se sentó.

¡Joanne Yaxley!

¿Yaxley? -se preguntó Albus-. ¿La hija de un Mortífago aquí?

¡SLYTHERIN!

¡Louis Weasley!

¡GRYFFINDOR!

¡Amelia McMillan!

¡HUFFLEPUFF!

¡Shearly Peverell!

¡RAVENCLAW!

-¿Peverell? -pensó Albus-. ¿No era un apellido perdido?

Albus recordaba cuando, cada noche antes de acostarse, Harry le leía Los cuentos de Beedle el Bardo, y el cuento que más le llamaba la atención era el de los tres hermanos, que resultaron ser los Peverell, según le explicó su padre.

¡Joe Peverell!

Todos lo miraron. Sin duda, era un metamorfomago: tenía el pelo azul.

¡GRYFFINDOR!

-¡Michel Smith!

-¡SLYTHERIN!

-¡Frank Armani!

-¡SLYTHERIN»

¡Becky Bell!

¡GRYFFINDOR!

¡Albus Potter!

Todos, pero todos y cada uno de los alumnos que había ahí lo miraban, le sonreían y lo señalaban. James lo saludó

Se sentó en el taburete y el sombrero le quedaba tan grande que le tapó los ojos

No lo tuvo puesto ni dos segundos…

-¡SLYTHERIN!

Nadie aplaudía. La mesa verde, que siempre aplaudía al ingreso de alguien nuevo, estaba totalmente pasmada. ¿Un Potter en Slytherin? ¿Cómo podía ser? ¿Y por qué lo mandó allí súbitamente, sin darle ni opción de hablarle?

Albus fue a sentarse a su mesa, pero no pudo evitar ver a James mirándolo con cara de decepción.

Published in: on 18 agosto 2009 at 15:57  Deja un comentario  

Los Potter en King’s Cross

Aquel año, el otoño se adelantó. El primer día de septiembre trajo una mañana tersa y dorada como una manzana, y mientras la familia cruzaba corriendo la ruidosa estación, los gases de los caños de escape y el aliento de los peatones relucían en la fría atmósfera. En lo alto de los dos cargados carritos se tambaleaban dos grandes jaulas con lechuzas que ululaban indignadas. Una llorosa niña pelirroja iba detrás de sus hermanos, agarrada del brazo de su padre.

-Dentro de poco tú también irás – la consoló Harry.

– Faltan dos años – dijo Lily-. ¡Yo quiero ir ahora!

La gente que había en la estación miraba curiosamente a las lechuzas mientras la familia iba hacia la barrera 9 ¾. La voz de Albus alcanzó a Harry por encima del ruido que los rodeaba; sus dos hijos varones reanudaban la discusión que comenzaron en el auto.

-¡No señor! ¡No van a ponerme en Slytherin!

-¿Quieres parar ya, James? -dijo Ginny.

-Sólo dije que podrían ponerlo en Slytherin -Se defendió James. -¿Qué tiene eso de malo? Es verdad que a lo mejor lo ponen…

Los cinco Potter habían llegado frente a la barrera. James miró a su hermano pequeño por encima del hombro, con actitud burlona; luego tomó su carrito y empezó a correr. Un instante después se había esfumado.

-Me escribirán, ¿verdad? -preguntó Albus a sus padres, aprovechando la ausencia de su hermano.

-Claro que sí. Todos los días, si quieres -respondió Ginny.

-No, todos los días no. James me dijo que la mayoría de los alumnos reciben dos al mes, más o menos.

-El año pasado le escribíamos tres veces por semana -afirmó Ginny.

-Y no te creas todo lo que te dice tu hermano sobre Hogwarts -dijo Harry-. Ya sabes, es muy bromista.

Juntos, empujaron el otro carrito en dirección a la barrera. Albus hizo un gesto de dolor, pero no hubo ningún choque. La familia apareció en la plataforma 9 ¾.

-¿Dónde están? -preguntó Albus con inquietud.

-Ya los encontraremos -lo tranquilizó Ginny.

El vapor era muy denso y no resultaba fácil distinguir las caras de las personas; las voces sonaban con una potencia exagerada. A Harry le pareció escuchar a Percy Weasley hablando en voz alta sobre las normas del uso de escoba.

-Creo que están ahí, Albus -dijo Ginny.

De la niebla surgió un grupo de cuatro personas, junto al último vagón. Harry, Ginny, Lily y Albus no lograron distinguir sus caras hasta que estuvieron al lado.

-¡Hola! -dijo con alivio Albus.

Rose, que ya llevaba puesta su túnica nueva de Hogwarts, lo miró sonriente.

-¿Pudiste estacionar bien? -le preguntó Ron a Harry. -Yo sí, Hermione no confiaba en que aprobara el examen de conducir de muggles. Creía que debía confundir al examinador.

-Eso no es verdad -dijo Hermione-. Yo confiaba totalmente en ti.

-La verdad si lo confundí -le confesó a Harry al oído.

De nuevo en la plataforma, encontraron a Lily y Hugo, el hermano pequeño de Rose, charlando sobre en qué casa de Hogwarts los pondrían.

-No quiero que te sientas presionado -dijo Ron-. Pero si no te ponen en Gryffindor, te desheredo.

-¡Ron!

Lily y Hugo rieron, pero Albus y Rose se mostraron nerviosos.

Con mucho disimulo, señaló a unos muchos metros de distancia. El vapor se había aclarado, y tres personas se veían en la plataforma.

-¡Mira quiénes han venido!

Draco Malfoy se hallaba en la estación, con su esposa y su hijo. Él se parecía tanto a Draco como Albus se parecía a Harry. Malfoy vio a Harry, Ron, Hermione y Ginny, y los saludó con la cabeza y se dio vuelta.

-Así que ese es el pequeño Scorpius -murmuró Ron-. Asegúrate de superarlo en todo, Rosie. Que suerte que has heredado la inteligencia de tu madre.

-Ron, no intentes enemistarlos antes de que haya empezado el año! -protestó Hermione.

Harry miró la hora en su gastado y viejo reloj. -Son casi las once. Será mejor que suban al tren.

-¡No te olvides de darle un beso de mi parte a Neville! -le dijo Ginny a James al abrazarlo.

-¡Mamá! ¡No puedo darle un beso a un profesor!

-Pero si tú lo conoces…

-Fuera del colegio, si, pero él es el profesor Longbottom, ¿no? No puedo entrar en clase de Botánica y darle un beso de tu parte…

Ginny se despidió de Albus con un beso.

-Nos veremos en Navidad.

-¿Y si me ponen en Slytherin? -dijo en voz baja para que sólo lo oyera su padre.

Harry se agachó y quedó a la altura de su cara. Albus era el único que heredó los verdes ojos de Lily.

-Albus Severus -susurró Harry-. Te pusimos los nombres de dos directores de Hogwarts. Uno de ellos era de Slytherin, y seguramente el hombre más valiente que he conocido.

-En ese caso, la casa de Slytherin ganaría un excelente alumno. Pero si no quieres, puedes decidir entre Gryffindor y Slytherin. El Sombrero tiene en cuenta tus preferencias.

-¿En serio? -dijo Albus, y su cara de iluminó.

-Lo hizo conmigo -comentó Harry.

En ese momento, mucha gente pasaba, miraba y admiraba a Harry.

-¿Por qué todos te miran así? -preguntó Albus

-No les des importancia -comentó Ron-. Me miran a mi porque soy muy famoso.

Albus, James, Rose y Hugo subieron al tren. Los esperaba un largo viaje.

Harry los miraba como si ya los estuviera extrañando.

-Van a estar bien -dijo Ginny

Harry levanto su mano y se tocó la frente. La cicatriz llevaba diecinueve años sin dolerle. Todo iba bien.

Published in: on 18 agosto 2009 at 15:50  Deja un comentario  

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Published in: on 18 agosto 2009 at 15:08  Comments (1)